de 1982.
Las negociaciones, que finalmente llegaron a buen puerto, se extendieron durante varias horas y tenían como prioridad prevenir eventuales “hechos de violencia que pongan en riesgo la vida” de los militantes que acampan en la ribera este del Lago, a metros de la edificación de Lewis.
“Seguimos insistiendo en resguardar la vida de nuestros compañeros y compañeras que acampan en Lago Escondido, con dos militantes que continúan en huelga de hambre por tiempo indeterminado y seguimos insistiendo en el diálogo con los funcionarios de Nación y la provincia para garantizar su seguridad frente a los ataques de los guardias de Lewis”, había advertido a Télam el propio Urien cuando la negociación parecía estancada.