La reciente muerte del empresario Carlos Pedro Blaquier, responsable de secuestros y desapariciones en la zona de influencia del ingenio Ledesma, mostró los límites de los tribunales a la hora de juzgar a quienes siguen ostentando el poder: los empresarios. Hubo avances históricos como la condena de dos jerarcas de la Ford por lo padecido por 24 trabajadores, pero el camino es especialmente empinado en estos casos.
“Blaquier murió sin ser juzgado, y siendo homenajeado por sectores del poder económico, político, judicial e institucional, lo que es una señal clara de la resistencia absoluta a que se juzguen las responsabilidades en estos crímenes aberrantes”, dice la historiadora Victoria Basualdo, quien con sus investigaciones ayudó a visibilizar e impulsar los procesos penales. “Resulta imprescindible lograr respuestas articuladas que permitan romper el pacto de impunidad”, afirma.
“Cuando seguimos denunciando la impunidad de los responsables económicos del genocidio, cuando decimos que fue un genocidio de clase, estamos haciendo mucho más que luchar contra la impunidad, estamos señalando que las condiciones económicas que conquistaron en la dictadura, como la ley de entidades financieras, como los ataques a las leyes laborales, siguen vigentes hoy y son la miseria planificada que padece la clase trabajadora”, reclama la diputada del Frente de Izquierda (FIT-U) Myriam Bregman.
Lo que falta
Para Sol Hourcade, coordinadora del equipo de Memoria, Verdad y Justicia del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el proceso de justicia está afianzado, aunque resta profundizar en las investigaciones sobre los delitos sexuales y particularmente sobre la responsabilidad empresarial.
“El tercer desafío que vemos tiene que ver con la investigación de los aparatos de inteligencia durante el terrorismo de Estado y la apertura y acceso público a todos esos archivos, entendiendo que la inteligencia fue un punto neurálgico de la represión”, explica la abogada. “En esos archivos podríamos encontrar más información acerca del funcionamiento de estos aparatos y todavía no sabemos qué datos podrían proveernos estos documentos sobre lo que pasó con muchísimas víctimas y sobre quiénes fueron los perpetradores”.
En el Poder Judicial persisten otras cegueras. Una está vinculada con lo que sufrieron las mujeres en los campos de concentración. Carolina Varsky, actual subsecretaria en el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, es una de las abogadas que impulsó estas investigaciones.
“La reapertura del proceso de justicia por los crímenes de la dictadura permitió también identificar otro tipo de delitos como son los delitos sexuales. Para las víctimas, poder contar lo que sufrieron y diferenciarlo de las torturas ha sido una forma de reparación. Sin embargo, solo el 16 por ciento de las sentencias contemplan los crímenes contra la integridad sexual, lo que demuestra que falta muchísimo por hacer”, remarca Varsky.
“Hay algunos aspectos que siguen faltando, como la violación de los derechos humanos de los niños y niñas que fueron victimizados/as por el terrorismo de Estado”, aporta Ana Oberlin, auxiliar fiscal en La Plata. “Estos episodios quedaron invisibilizados, muchas veces incluso fueron abordados como daños colaterales. El sistema de justicia es androadultocéntrico, por eso es importante luchar para que se haga justicia por ellos y por ellas”.
Justicia para la democracia
“El desafío del proceso de justicia está cumplido si lo pensamos en clave de estos 40 años”, dice Emanuel Lovelli, coordinador jurídico de Abuelas de Plaza de Mayo. “El juzgamiento pudo ser sostenido. Los juicios no se detuvieron ni con las políticas regresivas del macrismo y hubo una estampida popular ante el 2×1 de la Corte. El desafío, en todo caso, es la continuidad ante el avance de las derechas fascistas”, dice.
En los tribunales, hay más de 300 causas para localizar a los niños y niñas que fueron apropiados durante la dictadura. Entre 800 y 1000 personas acuden por año a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) con dudas. “Hay una victoria de la lucha de la sociedad, de los organismos y, en particular, de las Abuelas. Pero, para poder encontrar a los nietos necesitamos que la gente se anime a hablar”, pide.
Pablo Parenti es el titular de la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado. En 2001 trabajó en el fallo que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad y que posibilitó que los genocidas volvieran al banquillo de los acusados. Lleva más de 20 años pensando cómo impulsar las investigaciones.
“Argentina está haciendo un proceso de justicia que es inédito en el mundo. Eso dice mucho de nuestra sociedad y de nuestro movimiento de derechos humanos, que ha tenido una capacidad de imponer una agenda para que el Estado genere resortes concretos”, sostiene.
“Es cierto que hubo demoras en los últimos años en las causas, pero el balance es muy positivo. Este proceso termina con justicia, no termina con impunidad. Y esta vigencia es lo que es definitorio en nuestra democracia”.