Los jefes sindicales consultados por este medio coincidieron en que ya casi no queda margen para la vuelta de una jefatura unipersonal. Desde 2016, la CGT funciona bajo el paraguas de un triunvirato de secretarios generales que, a grandes rasgos, representaran el reparto de poder interno. Tanto Héctor Daer, como líder en los hechos y referente de los “gordos” de los grandes sindicatos de servicios, como Octavio Argüello, dirigente de Camioneros y reemplazo de Pablo Moyano, y Carlos Acuña, portavoz del gastronómico Luis Barrionuevo, quedarán afuera del nuevo esquema.
Para la sucesión ya picaron en punta Jorge Sola, un dirigente del gremio del Seguro y apadrinado por Daer, con el aval de otros sectores como el que encabeza Hugo Moyano. También, Cristian Jerónimo, del sindicato de empleados del Vidrio (Seivara) y bajo el patrocinio de Gerardo Martínez (albañiles, Uocra, y principal gestor del grupo de los “independientes" con permanente vocación de diálogo), quien lo prohijó luego de haber sido mano derecha de Pablo Moyano en el Frente Sindical por el Modelo Nacional.
La tercera pata está más difusa. Por tratarse de un espacio resguardado en la última década a Barrionuevo el gastronómico tiene la expectativa de ubicar allí a un leal suyo. Entre los mencionados estaba Daniel Vila, del sindicato de Carga y Descarga, que cuenta sin embargo con un veto insalvable: el del propio Hugo Moyano, quien fue su contrincante (y derrotado) en la puja por la representación del personal de logística de los centros de distribución de Mercado Libre.
A partir de ese obstáculo surgieron planteos de ubicar en el trío a una mujer, algo que no sucede desde que en 2004 asumió otra conducción tripartita en la que se encontraba Susana Stochero (Rueda, antes de su divorcio), de Sanidad. Como primera alternativa suena Maia Volcovinsky, del sindicato de judiciales UEJN. En los últimos días se coló en el debate el docente Sergio Romero (UDA), de perfil propio en la “mesa chica” de la CGT y uno de los mayores impulsores de los puentes de diálogo con la gestión libertaria.
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En cualquier caso todo indica que será una CGT desprovista de nombres con peso propio. De ahí las quejas de algunos sectores que le reclaman a la “mesa chica” dotar a la organización de un perfil más confrontativo con vistas a un eventual segundo tramo de mandato de Javier Milei con la declarada intención de empujar una nueva reforma laboral, en este caso con afectación directa sobre el corazón del poderío de los sindicatos en materia de finanzas y negociación.
Es la queja de los sindicatos fabriles, con los metalúrgicos de UOM y los mecánicos del Smata a la cabeza, que sin embargo tampoco atinaron a convertirse en rivales de temer para la administración libertaria. Ni Abel Furlán (UOM) ni Ricardo Pignanelli (Smata) acertaron con un mecanismo de presión que les permitiera mantener las plantillas de personal en las unidades fabriles ni negociar salarios a la par de la inflación.