El procedimiento de sigilo aplicado en la Casa Santa Marta, residencia de Francisco durante los 12 años que duró su papado, es una antigua tradición que tiene la finalidad de proteger los documentos personales y garantizar una transición ordenada del poder.
Con su muerte, la Iglesia pierde a su líder y se encuentra en sede vacante, periodo en el que se garantiza la continuidad institucional, bajo normas estrictas que impiden cualquier cambio significativo, y se prepara la transición hasta la elección del nuevo titular: el cónclave debe celebrarse dentro de un plazo mínimo de 15 y máximo de 20 días tras la muerte del Papa.
Pero antes, el mundo despedirá a Francisco, un acontecimiento histórico que se verá modificado por su voluntad y fiel a su mensaje de simpleza alejado de cualquier ostentosidad: el propio Pontífice modificó el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el libro litúrgico que guía el proceso, para simplificarlo y eliminar pasos.