Cuqui trabaja haciendo changas, pero no siempre fue así. “En la época de Cristina tuve trabajo en blanco, en una empresa constructora de allá, de Matanza, fue la única vez que tuve salario en blanco, con aumentos por paritarias, nos compramos la casita y mis hijos pudieron estudiar, por eso estoy acá”, dice. También quiere que se sepa que lo echaron de varios trabajos por ser peronista. “Estamos acostumbrados a que nos quieran echar, así como la quisieron echar a Cristina y lo echaron a Perón, pero nosotros no nos vamos nada”, afirma.
Es imposible hacer un recuento de los miles de carteles de organizaciones que pisaron la calle para protestar contra el fallo de la Corte. Hubo muchos sindicatos, las famosas regionales y delegaciones, todas prolijamente identificadas y con chalecos o camperas que los distinguían. Son los famosos “aparatos” que tanto le molestan a los sommeliers de marchas, incapaces de organizar una pegatina sin pagarla. Las organizaciones le prestaron disciplina y color a una marcha que, de cualquier manera, se vio desbordada por la espontaneidad de la gente marchando “suelta”, en familia, o compartiendo el viaje desde su barrio, como es el caso de Ramona y Beatriz: son vecinas y vinieron desde Quilmes, estaban, como estudiantes en el Día de la Primavera, sentadas sobre el césped de esta Plaza que vio pasar el 17 de Octubre, que vio pasar los bombardeos del 55 y que vio pasar, en soledad o acompañadas. a las Madres con sus pañuelos durante años.
“Me senté porque llegué muy temprano y estoy cansada”, se disculpa Ramona. Tiene un saco oscuro y una pollera más oscura aún. “Vine por Cristina, porque es mi Jefa y mi presidenta, pase lo que pase”, dice. Con sus 69 años, un rayo del sol de otoño le pega en la cara, y se apura a decir que no siente odio por los jueces de la Corte Suprema que inhabilitaron la candidatura de su líder. “Con la bendición de Dios, espero que el corazón de esos tres jueces que la están juzgando mal se ilumine, porque ella les dio de comer a los pobres, por eso vamos a estar acá y siempre vamos a estar”, dice.
A su lado, Beatriz está más dispuesta a dar batalla: “Es injusto lo que están haciendo con Cristina, primero Macri, después Milei, todos la quieren meter presa, eso quiere decir que es una persecución, pero ahora despertaron a las fieras”. Beatriz es cuidadora de personas adultas, tiene un hijo con problemas de salud mental y dice que “Milei no le quiere dar los medicamentos, el municipio de Quilmes compra, me ayuda, pero no tiene recursos para todos y eso duele”, asegura.
Todas las calles que rodean a la Casa de Gobierno estaban completamente valladas. La catedral Metropolitana recibe en la sombra de su histórica recova a centenares de manifestantes que vienen desde lejos. Como es el caso de Andrés y Rosario, una pareja venida desde Córdoba capital “Vinimos hace cuatro días -dice ella- acá paramos en lo de una vecina de allá que se vino a vivir a Buenos Aires, y vinimos a hacerle el aguante a Cristina, estuvimos yendo al balcón y nos volvemos mañana”, explica. Vinieron por las suyas, no militan en ninguna organización, pero dicen que siempre bancaron a Cristina. Andrés es carpintero pero dice que por el momento “el asunto está muy parado, hasta que no se vaya este culiado que tenemos de presidente, esto no va a cambiar”.
Más cerca del escenario, casi en el centro de la Plaza, Gabriel cuenta que es promotor de derechos. Él sí vino con una agrupación y se lo nota bastante sólido en lo que quiere decir: “Vengo a protestar por el hecho de que tres personas que no fueron elegidas por nadie pongan en jaque a media población que quiere elegir a alguien que es hoy la dirigente política más relevante”, dice. Algo similar ocurre con Clara, una jovencita que pasa entre la multitud pidiendo permiso para que no le rompan una silueta enorme de Hebe de Bonafini que trae agarrada con palos.
“Vengo a defender a la democracia, porque no es sólo un ataque a la expresidenta que fue la responsable de un proceso de ampliación de derechos”, dice. Clara pertenece a la agrupación Nietes de Desaparecidos de La Plata. “Yo soy de una generación que pudo votar a los 16 años, que supo lo que era la política y supo que se podía meter presos a los asesinos de la dictadura, que vio como la Asignación Universal por Hijo mejoraba la vida de nuestros vecinos y vio como la educación pública se multiplicaba en edificios, planes y ayudas para que todos puedan estudiar”, agrega.
Cuando el mensaje de Cristina termina y los parlantes cantan, con la voz del Indio Solari, que “si esta cárcel sigue así, todo preso es político”, la gente empieza a despejar de a poco el lugar que ocupó durante las últimas horas. Hay en las diagonales Sur y Norte y en la Avenida de Mayo, un clima de festejo.
Más adelante, sobre avenida independencia en su cruce con 9 de Julio, los cantos seguirán, habrá quienes propongan "pasar a saludar a Cristina" por su departamento cercano de Constitución y los autos, al pasar tocarán bocina, como si se tratara del festejo de un buen triunfo electoral.