De regreso al plano local, el ministro habló de gobernabilidad y reconoció que la relación con los gobernadores “se resquebrajó”. Entre autocríticas medidas y elogios propios, admitió que “fue un error no involucrarse más en lo político”, aunque dejó claro que el ajuste no se negocia: “Les decía que no me iban a sacar un mango. Nos tenés que cortar un brazo”.
El discurso volvió a centrarse en la baja de impuestos y regulaciones, sin mención a los impactos sociales del ajuste ni a los sectores más golpeados por la recesión. “Una moneda débil es una economía débil”, sentenció Caputo, como si la fortaleza de un país se midiera por la cantidad de dólares en sus reservas y no por la vida cotidiana de quienes los cuentan en pesos.
Sin precisar plazos ni medidas, el ministro aseguró que “algo se está trabajando” para impulsar el crecimiento, pero no quiso revelar de qué se trata. La estrategia del misterio, o del silencio, parece ser la nueva política comunicacional del Palacio de Hacienda.