La saga familiar habla por sí sola: su hijo mayor, con apenas 26 años, asumió como subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales en la Cancillería durante el macrismo, un cargo cuestionado por su absoluta falta de experiencia y que demuestra cómo los puestos estratégicos se heredan dentro de la familia.
Otro de sus hijos, Marcos, formado en Letras, recaló en JP Morgan en Estados Unidos durante la gestión del padre, mientras que el hijo mayor acaba de asumió hace unos años como Director Financiero de Brubank, el banco digital que había recibido autorización para operar gracias a la gestión de Quirno en el Banco Central. La familia Quirno combina así capital político y financiero como pocos en la Argentina reciente.
Ahora, como canciller libertario, Quirno vuelve a escena para reforzar un gabinete que confunde diplomacia con planilla de Excel. “Seguiremos trabajando en equipo”, escribió al asumir, refiriéndose a Caputo, pero podría haberlo dicho por los fondos de inversión que celebran su llegada.
El Gobierno insiste en vender su arribo como un “nuevo comienzo”, pero lo cierto es que se trata de más de lo mismo: más deuda, más privilegios para la élite financiera y un país que sigue atrapado en la dependencia de los mercados internacionales mientras la economía real permanece paralizada.